Una de las mayores capacidades del ser humano es la de usar su mente para crear muros y barreras imaginarias y después acabar creyéndolas como si fueran reales y ciertas.
Es la gran especialidad de nuestra especie y una de nuestras características más marcadas.
Así ha sido como hemos concebido barreras ficticias, temporales y espaciales, que posteriormente se han traducido en calendarios y fronteras, a las que hemos acabado subyugándonos como si fueran algo tangible y real.
Pero no nos hemos conformado con eso.
Una vez hemos alterado nuestra visión del universo dividiéndolo en fracciones imaginarias, nos hemos dedicado en cuerpo y alma a clasificar esas porciones ficticias, dividiéndolas a su vez en clases y categorías, hasta que con ello hemos sentado las bases para crear uno de los conceptos más perniciosos y absurdos jamás concebidos por la mente humana:
la PROPIEDAD...
Y es que la propiedad consiste precisamente en esto:
en dividir el universo en partes imaginarias, creer que esas divisiones son reales y después intentar adueñarnos de cada una de las porciones.
El concepto de propiedad es una mera abstracción intelectual, basada en otras abstracciones intelectuales (las divisiones imaginarias), que nada tiene que ver con la auténtica naturaleza de las cosas.
Lo más curioso es que a pesar de ser uno de los conceptos abstractos más absurdos que hemos concebido jamás, es a la vez uno de los más profundamente arraigados en nuestras psiques, hasta el punto de que, para la mayoría de gente, resulta imposible comprender que el concepto de propiedad no tiene ningún sentido.
Pongamos un ejemplo:
la propiedad de la tierra, que tantos ríos de sangre y tanto dolor y sufrimiento ha provocado a lo largo de la historia.
¿Qué sentido tiene ser propietario de un pedazo de tierra? ¿Como se puede tener la audacia y el atrevimiento de concebir una idea tan ridícula como ser propietarios de un pedazo de tierra o de todo el planeta en su conjunto?
La realidad es que vivimos en un pequeño rincón de una de las cien mil millones de galaxias del universo, en una roca flotante con una antigüedad de mas de 4.500 millones de años y nosotros, un minúsculo y frágil conglomerado de material bioquímico de carácter efímero, incapaz de persistir durante más de 80 míseras órbitas alrededor del sol, hemos decidido que fragmentos de esta gran roca, nos pertenecen a nosotros, personalmente y ¡en exclusiva...!
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